El robot Curiosity ha pasado
casi
cinco días analizando una roca con forma de pirámide que interrumpió su
camino por Marte la semana pasada. La piedra, de 25 centímetros de
alto, no ha tardado en generar titulares como “¿Pirámides en Marte?” y
pronto se ganó el inevitable epíteto de “misteriosa”. Desde que se
conoció la noticia el pasado miércoles, las imágenes enviadas por
Curiosity han ido desvelando nuevas vistas de la cuña en medio del
desierto marciano, detalles de sus arrugas y pliegues cercanos a sus
aristas. Estos rasgos, que podían parecer excepcionales, han resultado
totalmente normales para los científicos. Según los expertos
consultados, la roca piramidal de Marte es muy parecida a multitud de
piedras similares que pueden encontrase en muchos desiertos y es absurdo
recurrir a explicaciones estrafalarias para explicar su forma.
“En mi oficina tengo una roca muy parecida a esta que recogí en la Antártida”, explica en un correo Hap McSween, experto en geología planetaria de la Universidad de Tennessee (EEUU). En 2004, otro rover marciano, el Spirit, eligió una roca piramidal muy parecida a la actual para hacer su primer análisis detallado. McSween dirigió el equipo de expertos que estudió en detalle aquella piedra, que bautizaron como Adirondack y que resultó ser simple basalto, una roca de origen volcánico.
En esta ocasión la NASA ha llamado a la roca Jake Matijevic. La agencia aún no ha dado detalles sobre su composición o pistas sobre su forma y el Curiosity ha reanudado ya su camino hacia el centro del cráter en el que aterrizó. A pesar de haber visto sólo las fotos enviadas por el robot, McSween lo tiene claro, la roca piramidal es un “ventifacto”. Esto significa que “su forma inusual ha sido esculpida por el viento o mejor dicho por la erosión de la arena empujada por el viento”, señala.
Sí hay que reconocer algo único en ella. “Los tres rovers marcianos han encontrado ventifactos por todo Marte, son muy comunes, pero rara vez son tan perfectos en sus formas”, concede McSween.
La tierra está repleta de pequeñas rocas como pirámides en miniatura muy similares a la roca Jake. “Una buena explicación a esta piedra angulosa, teniendo en cuenta el ambiente seco y con vientos de Marte, es que se formase como en los desiertos de rocas de la Tierra, conocidos como hamadas”, explica la geóloga Olga Prieto-Ballesteros, que trabaja en el Centro de Astrobiología de Madrid. Prieto-Ballesteros trabaja en la isla Decepción de la Antártida, un lugar con actividad volcánica que se usa como análogo del planeta rojo en la Tierra.
“Parece una roca volcánica que fue parte de una lava”, diagnostica la investigadora en base a las decenas de fotos que ha mandado Curiosity. “Lo más fácil en estos casos es que las piedras se rompan en formas angulosas, debido al cambio de temperaturas, es algo que puede verse en Almería o en Islandia”, añade.
GPS marciano
Pero si esta roca es tan corriente ¿por qué la NASA la ha elegido para hacer el primer análisis en profundidad de la misión, estrenando en ella la cámara química y el rayo láser que lleva el Curiosity? Para empezar, es un buen punto de referencia, opina Prieto-Ballesteros. “La roca es un objeto muy especial respecto a sus alrededores, funciona como un punto GPS para orientarse”, aclara.
Además la roca Jake tiene más superficie lisa que la mayoría de las piedras encontradas hasta ahora por Curiosity en los casi 300 metros que lleva recorridos. Esto es clave ya que, “para usar los microscopios que lleva el robot, la superficie debe ser lo más plana posible”, señala la investigadora del CAB. Las caras triangulares de Jake eran lo mejor que el robot tenía a mano para estrenar sus componentes científicos. “Esta era simplemente una buena roca para hacer análisis”, concluye Prieto-Ballesteros.
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