El lunes se supo que
el
director de cine Steven Spielberg está a la espera de un guión de
George Lucas para comenzar con el rodaje de Indiana Jones 5. Y el guión
acaba de aparecer, pero ni es de Lucas ni es ficción. Lo ha escrito el
geólogo alemán Elmar Buchner y es una historia tan real que se ha
publicado hoy en la revista Meteoritics and Planetary Science.
Esta es la sinopsis: tras un viaje de milenios por el espacio, un meteorito de unos 210 kilogramos de hierro cayó hace unos 15.000 años en lo que hoy es la frontera entre Mongolia y Siberia. En el siglo XI de nuestra era, miembros de la cultura Bön, una tradición chamánica tibetana, encontraron uno de los fragmentos y tallaron una deidad budista, Vaisravana, con la tradicional esvástica en el pecho. Y otro milenio después, en 1938, una expedición nazi apoyada por el comandante en jefe de las SS, Heinrich Himmler, se hizo con la escultura y la llevó hasta Múnich, tras un viaje por el Tibet en busca de los orígenes de la raza aria.
La escultura ha estado escondida entre cuatro paredes desde que aterrizó en Alemania, formando parte de una colección privada. El equipo de Buchner, de la Universidad de Stuttgart, sólo pudo ponerle la mano encima en 2007, cuando salió a subasta. Ahora, el análisis de los 10,6 kilogramos de la estatua, conocida como El hombre de hierro, muestra una estructura de hierro, cobalto y níquel, y trazas de cromo, galio y germanio.
La firma del meteorito
Para los geólogos, estos datos, junto a otras propiedades químicas, constituyen una firma casi inequívoca: la del meteorito Chinga, algunos de cuyos supuestos pedazos están a la venta en varias páginas de internet. “Sin embargo, los detalles históricos y etnológicos de El hombre de hierro, además de la fecha exacta en la que se esculpió, son más especulativas”, admiten los autores en el estudio.
La caída de meteoritos se ha interpretado desde tiempos inmemoriales como mensajes divinos. Buchner y los suyos recuerdan aves talladas en fragmentos de meteoritos, y también joyas y cuchillos elaborados con pedazos de meteoritos por los aborígenes australianos y la cultura Inuit, en las regiones árticas de América y Groenlandia. En India, el emperador Jahangir describió cómo un meteorito cayó en su reino en abril de 1621. Y con su metal mandó fabricar una daga, que cortaba “muy bien, como la mejor de las espadas”, según relata el Museo de Arte Asiático del Instituto Smithsonian.
Incluso la Kaaba en la Gran Mezquita de La Meca (Arabia Saudí), el lugar de peregrinación religiosa más importante para los musulmanes, contiene en una de sus esquinas la Piedra Negra, considerada un resto de un meteorito por algunos expertos.
En el caso de la cultura Bön, los geólogos alemanes creen que la dureza del meteorito de hierro, totalmente inapropiado para ser tallado, obliga a pensar que los escultores sabían que se trataba de un material muy especial.
“La estatua de El hombre de hierro es el único ejemplo conocido de una figura humana tallada en un meteorito, así que no tenemos nada con qué compararlo para calcular su valor”, ha declarado Buchner en un comunicado. “Por su origen, podemos hablar de 20.000 dólares, pero si nuestra estimación de edad es correcta y está cerca de tener mil años de antigüedad, su valor puede ser incalculable”.
Esta es la sinopsis: tras un viaje de milenios por el espacio, un meteorito de unos 210 kilogramos de hierro cayó hace unos 15.000 años en lo que hoy es la frontera entre Mongolia y Siberia. En el siglo XI de nuestra era, miembros de la cultura Bön, una tradición chamánica tibetana, encontraron uno de los fragmentos y tallaron una deidad budista, Vaisravana, con la tradicional esvástica en el pecho. Y otro milenio después, en 1938, una expedición nazi apoyada por el comandante en jefe de las SS, Heinrich Himmler, se hizo con la escultura y la llevó hasta Múnich, tras un viaje por el Tibet en busca de los orígenes de la raza aria.
La escultura ha estado escondida entre cuatro paredes desde que aterrizó en Alemania, formando parte de una colección privada. El equipo de Buchner, de la Universidad de Stuttgart, sólo pudo ponerle la mano encima en 2007, cuando salió a subasta. Ahora, el análisis de los 10,6 kilogramos de la estatua, conocida como El hombre de hierro, muestra una estructura de hierro, cobalto y níquel, y trazas de cromo, galio y germanio.
La firma del meteorito
Para los geólogos, estos datos, junto a otras propiedades químicas, constituyen una firma casi inequívoca: la del meteorito Chinga, algunos de cuyos supuestos pedazos están a la venta en varias páginas de internet. “Sin embargo, los detalles históricos y etnológicos de El hombre de hierro, además de la fecha exacta en la que se esculpió, son más especulativas”, admiten los autores en el estudio.
La caída de meteoritos se ha interpretado desde tiempos inmemoriales como mensajes divinos. Buchner y los suyos recuerdan aves talladas en fragmentos de meteoritos, y también joyas y cuchillos elaborados con pedazos de meteoritos por los aborígenes australianos y la cultura Inuit, en las regiones árticas de América y Groenlandia. En India, el emperador Jahangir describió cómo un meteorito cayó en su reino en abril de 1621. Y con su metal mandó fabricar una daga, que cortaba “muy bien, como la mejor de las espadas”, según relata el Museo de Arte Asiático del Instituto Smithsonian.
Incluso la Kaaba en la Gran Mezquita de La Meca (Arabia Saudí), el lugar de peregrinación religiosa más importante para los musulmanes, contiene en una de sus esquinas la Piedra Negra, considerada un resto de un meteorito por algunos expertos.
En el caso de la cultura Bön, los geólogos alemanes creen que la dureza del meteorito de hierro, totalmente inapropiado para ser tallado, obliga a pensar que los escultores sabían que se trataba de un material muy especial.
“La estatua de El hombre de hierro es el único ejemplo conocido de una figura humana tallada en un meteorito, así que no tenemos nada con qué compararlo para calcular su valor”, ha declarado Buchner en un comunicado. “Por su origen, podemos hablar de 20.000 dólares, pero si nuestra estimación de edad es correcta y está cerca de tener mil años de antigüedad, su valor puede ser incalculable”.
Buenísimo el blog y buenísima la info!!
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