lunes, 3 de diciembre de 2012

El cerebro de los ancianos les hace ser más incautos

Ven honestidad en rostros que los demás consideran de poco fiar, siendo fáciles víctimas de estafas. Investigadores de EEUU observan que la actividad en el área cerebral asociada a la confianza es mucho menor entre las personas mayores

A los ancianos se les mostraron imágenes de gente que transmitía confianza o deshonestidad. Catalogaron bien a los primeros pero confundieron las pistas faciales de los segundos. En la imagen, Carlo Ponzi, el mayor estafador de la historia de EEUU. / Leslie Jones Collection/Boston Public Library
Sólo en EEUU, los ancianos perdieron más de 2.200 millones de euros en estafas en 2010. En España, el escándalo de las preferentes se ha cebado en especial con los mayores. Pero no se trata de ignorancia sino que, como ellos, su cerebro se ha hecho viejo y en ese camino se ha vuelto más confiado. Instigados por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, investigadores estadounidenses han descubierto que, a medida que se envejece, el cerebro ve honestidad donde sólo hay un sinvergüenza. El área de la ínsula anterior, asociada a la percepción subjetiva de los pros y los contras de una situación, sufre una menor activación en las personas de edad avanzada.

Un equipo de psicólogos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) seleccionaron una serie de fotografías de individuos que, por sus expresiones faciales, catalogaron como honestas o de confianza, neutrales o gente de poco fiar. Después se las mostraron a dos grupos de personas, uno con menores de 55 años y una media de edad de 23 años y otro con más de un centenar de mayores de 55 años y una media de 68 años. Ambos grupos casi coincidieron en considerar que las imágenes clasificadas como de honestos transmitían confianza. Con los rostros neutrales apenas hubo diferencias de criterio. Sin embargo, los menos fiables fueron percibidos claramente como más confiables por los viejos.

“La mayoría de los ancianos mostraron este efecto”, dice la directora del Laboratorio de Neurociencia Social de UCLA y coautora del estudio, Shelley Taylor. “Se les escapan pistas faciales que son fácilmente distinguibles”, añade. Entre estas estarían las falsas sonrisas, la mirada, las sensaciones que transmite el conjunto del rostro y otras señales no lingüísticas que el cerebro humano ha aprendido a interpretar y que, por algún motivo, los ancianos vuelven a desaprender.


Estas imágenes (superior y sección) muestran cómo la ínsula anterior bilateral se activa en los adultos jóvenes. Una activación que apenas ocurre entre los ancianos. / Shelley Taylor/UCLA
Para buscar una explicación a este fenómeno, los investigadores realizaron una segunda serie de experimentos. A otros dos grupos de jóvenes adultos y mayores les tomaron imágenes de su cerebro mediante la técnica de imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) mientras observaban un nuevo conjunto de rostros. Primero fijaron el sistema, haciendo la prueba con los menores de 55 años. Comprobaron que se producía una elevación de la actividad cerebral en la ínsula anterior cuando hacían un juicio de confianza. Vieron también que el aumento era significativamente mayor cuando tenían delante la cara de alguien sospechoso. Lo revelador es que, al repetirlo con los ancianos, vieron que este diferencial de actividad neuronal no se producía. De hecho, el aumento de actividad de esta zona era mucho menor en ambas situaciones y casi inexistente en la segunda.

La ínsula anterior es una zona del cerebro que le informa del estado de los distintos órganos del cuerpo, en lo que se llama conciencia interoceptiva. Pero, al mismo tiempo, interviene en el cálculo de riesgos, en las intuiciones, en lo que se suele definir como reacciones viscerales. Su menor activación entre los mayores sería un indicador neuronal de la debilidad de las señales de alerta que sí están presentes en los más jóvenes, según el trabajo que publican en la revista PNAS.

“En los adultos más jóvenes, el simple acto de juzgar si una persona es confiable activa la ínsula anterior”, explica Taylor. “Es como si ellos pensaran que necesitan decidir con cuidado. Esto nos da un posible mecanismo cerebral que explicaría porqué los viejos procesan las señales faciales de confianza de forma diferente al resto de adultos”, añade. Estas diferencias empezarían a manifestarse a partir de los 50 años.

Incautos pero más felices

Sin embargo, esta merma de la actividad neuronal que les hace más vulnerables a la estafa y el engaño puede que sea el precio a pagar por una mayor felicidad. De hecho, muchos de los estafados son habituales inversores en bolsa, rentabilizando su seguro o pensión. Así que no se trata de ignorancia.

Los investigadores concluyen que sus resultados son consistentes con las ideas básicas de la teoría de la selectividad socioemocional. Como han demostrado anteriores investigaciones, la regulación de las emociones varía con la edad. Los ancianos tienden a ser más positivos, viven las experiencias negativas con menos dureza y se recuperan antes de los golpes de la vida. Aquella teoría sostiene entonces que, a medida que se envejece, dejamos atrás las personas y experiencias negativas para conseguir así un mayor bienestar. A cambio, el sistema visceral de alerta que pone en guardia a los jóvenes ante expresiones de confianza/desconfianza casi desaparece en los mayores.

Fuente: http://esmateria.com

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