martes, 23 de octubre de 2012
La estatua budista esculpida en un meteorito es una falsificación, según varios especialistas
Expertos en arte budista sostienen que la obra no se forjó en el Tíbet hace 1.000 años, sino que es un pastiche elaborado en Europa en el siglo XX para estafar a coleccionistas incautos
Era una historia digna de la quinta parte de Indiana Jones, tan extraordinaria que parecía mentira. Y, según denuncian ahora varios expertos, efectivamente lo era. La insólita estatua budista esculpida en un meteorito supuestamente hace 1.000 años puede ser, en realidad, una falsificación del siglo XX.
Hace un mes, un grupo de geólogos y expertos en meteoritos presentó al mundo la escultura. Según su relato, que ellos mismos definían como “especulativo”, una expedición nazi al Tíbet en busca de las raíces de la raza aria regresó a Múnich en 1938 con la estatua de una deidad budista tallada en el siglo XI. El análisis del material no dejaba lugar a dudas: la escultura, con una esvástica en el vientre, se forjó en un fragmento de 10 kilogramos del meteorito Chinga, caído hace unos 15.000 años en la actual frontera entre Mongolia y Siberia.
El geólogo Elmar Buchner sostiene la estatua
Ahora, una tromba de expertos en arte budista cae sobre el equipo de geólogos, liderado por el alemán Elmar Buchner, de la Universidad de Stuttgart. La estatua pudo ser tallada en un meteorito, pero no hace 1.000 años por remotas culturas tibetanas, sino en el siglo XX por un torpe escultor europeo.
“El lama que viste pantalones”
Es una falsificación “sin ninguna duda”, según explica el también alemán Achim Bayer. Este experto en cultura budista de la Universidad Dongguk, en Seúl (Corea del Sur), frunció el ceño con disgusto cuando vio la fotografía de la escultura en periódicos de todo el mundo. Estaba llena de “características no asiáticas” obvias para cualquier especialista. Con sorna, Bayer ha bautizado a la imagen como “el lama que viste pantalones”.
Los pantalones que lleva la supuesta deidad budista esculpida en el meteorito “no se parecen a nada visto en la escultura de Tíbet o de Mongolia”. Las estatuas tradicionales, detalla, muestran túnicas y, ocasionalmente, espinilleras, “pero nunca pantalones”. Además, la figura no aparece descalza ni con las botas tradicionales, sino que sus zapatos cubren sus pies “como los zapatos europeos, hasta los tobillos y no más”, destaca Bayer.
El experto ha encontrado 13 fallos groseros de la estatua que, a su juicio, indican que es una falsificación chapucera realizada en Europa entre 1910 y 1970. Y, ante la fama mundial de la escultura, ha colgado a toda prisa un artículo con todos estos errores en la web del Centro de Estudios Budistas de la Universidad de Hamburgo. No ha habido tiempo para publicar el rapapolvo en una revista científica, pero Bayer subraya que sus críticas están respaldadas por Matthew Kapstein, uno de los principales tibetólogos de EEUU, y por Carmen Meinert, autora del monumental libro Arte budista de Mongolia.
Un veredicto demoledor
No son los únicos. John Huntington lleva estudiando esculturas budistas tibetanas prácticamente a diario desde enero de 1963. En los foros de especialistas, este historiador del arte de la Universidad del Estado de Ohio (EEUU) fue uno de los primeros en rechazar la autenticidad de la estatua esculpida en el meteorito. La casa editora de la revista Meteoritics and Planetary Science envió el 26 de septiembre a la prensa un comunicado para presentar el descubrimiento. Apenas 48 horas después, Huntington envió su demoledor veredicto a sus colegas. “La escultura parece un pastiche de elementos que no tienen nada que ver unos con otros y, por lo tanto, es probable que sea una pieza de fantasía moderna, de entre 1920 y 1940”, escribió.
Uno de los fallos principales, recalcó, es que tanto la cara como el tipo de barba de la imagen son completamente ajenos al Tíbet. Para Huntington, la obra es “el producto de un escultor europeo muy ignorante en cuanto al arte tibetano que o estaba simplemente divirtiéndose o intentaba cometer un fraude en un nivel muy básico”.
El fragmento del meteorito habría llegado a Europa en bruto y a comienzos del siglo XX un zafio artista habría esculpido una estatua pseudobudista con la que timar a coleccionistas incautos. La escultura salió a la luz en 2007, cuando murió su propietario y salió a subasta por un precio que no ha trascendido. Ahora es propiedad de un coleccionista austriaco que esconde su identidad.
Bayer cree que la falsificación se preparó para el mercado de las antigüedades o incluso para el lucrativo mercado de los souvenirs nazis. La vinculación con la expedición de las SS al Tíbet, opina, fue un truco más para estafar a un coleccionista papanatas.
“Son especulaciones”
El geólogo alemán Elmar Buchner se defiende de las duras críticas a su hipótesis. “El objetivo de nuestro estudio era mostrar que la estatua está hecha a partir de un meteorito y que este meteorito es parte del Chinga [caído hace unos 15.000 años en lo que hoy es la frontera entre Mongolia y Siberia]. Este es un hecho que nadie duda. Por lo tanto, no es una falsificación”, esgrime.
El experto en meteoritos Elmar Buchner culpa a los medios de comunicación de crear la confusión
Buchner acusa a los medios de comunicación de haber puesto el foco en el origen de la estatua y en su edad. “En nuestro estudio, le contamos al lector lo que sabemos sobre estos aspectos, pero explícitamente declaramos que son especulaciones”, afirma. Sin embargo, el comunicado que envió la revista científica en la que se publicó el estudio se titulaba directamente “Una estatua budista descubierta por una expedición nazi está hecha a partir de un meteorito”.
El especialista en meteoritos argumenta que dos expertos en historia del arte revisaron su estudio antes de que se publicara. “No dudaron de que el origen de la estatua se sitúa en la cultura Bön [una tradición chamánica tibetana del siglo XI]”, señala. “Por supuesto, estas opiniones son confidenciales”, asegura.
Una escultura escondida que puede acabar en un museo
El geólogo Elmar Buchner es sincero. La única figura humana forjada en un meteorito que se conoce es propiedad de un “austriaco anónimo” que no quiere ser entrevistado, ni siquiera que se sepa su nombre. Es “imposible” visitarla, aunque está en manos de uno de los científicos que la han analizado. Su paradero es un secreto. Tenga 1.000 años o 90, su valor y su pequeño tamaño atraerían a los ladrones: pesa apenas 10 kilogramos y mide 24 centímetros de altura.
Buchner explica que “está previsto exhibir la estatua en un museo adecuado”, sin dar más detalles. Algunas de las muestras de la escultura analizadas para verificar su origen espacial se han guardado en el Museo de Historia Natural de Viena (Austria), lo que quizá es una pista sobre su futuro paradero.
Fuente: http://esmateria.com
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